jueves, 14 de enero de 2010

Aventura visual y espejo de una lucha



AVATAR es la película que bate records de espectadores en todo el mundo por estos días. La más vista, la más comentada, la más criticada. Se trata, en muchos aspectos, de otra gran super producción de las tantas a las que Holliwood nos tiene acostumbrados. Con una suma de aportes e innovaciones tecnológicas que vuelven al producto muy atractivo visualmente. Los procedimientos de animación, por caso, han llegado a un grado de definición sorprendente. Por lo demás la película esta llena de esas obviedades que el cine de entretenimiento alimenta de modo casi serial: la distinción neta entre buenos y malos (casi sin matices intermedios); el crescendo en la acción dramática que conduce a un climax final bastante previsible; la recurrencia de los yanquis a la ostentación abrumadora de máquinas de guerra y productos de avanzada científica; la creación de escenarios naturales de una belleza cautivante en los que, sin embargo, como trasfondo, observamos que la concreta y real naturaleza resulta un modelo difícil de superar; el contacto de humanos con alienígenas, tema que desde las Crónicas Marcianas de Bradbury se ha convertido en un clásico.

Aunque lo que vuelve en verdad interesante a AVATAR es uno de los núcleos temáticos que desarrolla. Sintetizado en pocas palabras la historia es esta: los humanos han llegado a Pandora, una lejana luna del planeta Polifemo, con el fin de aprovechar sus recursos minerales, en especial el Octanio, muy escaso en la Tierra, que se ha vuelto un insumo esencial como fuente de energía. Con este propósito, todo un ejercito de mercenarios, con armamento ultramoderno, está ocupado en defender la explotacion minera. El campamento principal se ubica en las inmediaciones de un gigantesco hoyo a cielo abierto (similar al de Bajo La Alumbrera) del que se extrae el Octanio. Los nativos que pueblan el planeta, seres inteligentes y sensibles estrechamente vinculados entre sí y con su medio, son un obstáculo a superar, en el intento de llevar la explotación más y más lejos. Y este pueblo, los "na-vis", que vive al pie de un árbol gigantesco y que tienen su santuario en el seno de las "montañas flotantes", un día se dispone a resistir. Conducidos por un guerrero humano "transformado" en nativo, después de numerosas alternativas, se produce el combate final. Y en la pelicula, como no podía ser de otra manera, las criaturas de Pandora logran derrotar y expulsar a los invasores.

"Cualquier coincidencia con la realidad..." En efecto, falta ese cartelito al pie de la escena final. Presentada bajo la forma de metáfora descomunal ultra sofisticada se trata, solo eso, de la historia de tantas comunidades de Latino américa y Argentina que, de pie ante el intento de despojo de su riqueza y contaminacion de su medio, permanecen alertas y organizadas aquí y allá. El argumento de AVATAR permite comprender con qué fuerza ha impactado en el imaginario de los artistas del mundo esta problemática contemporánea. Y con cuanta urgencia es necesario tomar posición en relación con esta temática. También muestra la película de qué modo la lucha por la defensa del medio ambiente no es una lucha aislada, puntual, delimitada a un sector de la sociedad en algún determinado lugar. Por el contrario es una lucha global, que se presenta aquí y allá, bajo diferentes formas, con modalidades muy distintas y con actores de todos los credos y todas las condiciones culturales, económicas y sociales.
Los tinogasteños, que entendemos lo importante que es sumar a esta causa todas las herramientas posibles, tenemos entonces en AVATAR una potente expresión artística que puede influir a que prosigamos fortaleciendo nuestra conciencia de la justicia y necesidad del camino emprendido hace ya más de dos años.

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